martes, 26 de diciembre de 2006

La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio

Leo hoy un interesantísimo artículo de opinión del psiquiatra Luis Rojas Marcos en El País que se titula y habla sobre La ventaja de decir "lo siento". La cita más importante de este artículo sería: "cuando los fallos se ocultan no se aprende de ellos y tienen más probabilidades de repetirse". Se comprueba, dice más adelante, que en los hospitales americanos donde los médicos han aprendido a decir "lo siento" a sus pacientes y reconociendo sus errores hay la mitad de denuncias y litigios por negligencias médicas. Por este motivo, la administración está promoviendo allí que los médicos puedan decir "lo siento" sin que ello pueda ser utilizado en ninguna causa judicial.

Son muchas aquí las ideas extrapolables al ámbito educativo. Pero sobre todo me quedo con la idea de disculparse, reconocer errores y aprender de ellos, nunca ocultándolos.

El profesorado, así como las familias, los políticos, el alumnado, la sociedad en su conjunto... tenemos una especial habilidad cuando tratamos temas educativos de ver "la paja en el ojo ajeno", sin cometer el error (que para nosotros lo sería) de pedir perdón por ninguno de nuestros actos. Basándonos a veces en evidencias, en certezas, supersticiones o intuiciones, confirmamos y buscamos el "visto bueno" de nuestro colectivo en cuanto a echar la culpa al "de enfrente", al "enemigo", como algunos lo llaman.

"La administración no pone soluciones", "esa no es la solución", "los políticos pasan de todo", "las reformas educativas no sirven para nada", "nos venden el mismo perro con distinto collar", "la administración luego siempre echa el culo fuera", "lo que hace falta es que se gasten más dinero", "los niños hoy en día pasan de todo, están desmotivados, no tienen educación, no tienen respeto, no estudian, no participan", "hay niños que es mejor que no vengan", "las estadísticas de aprobados y suspensos mejorarían si quitásemos a los inmigrantes", "las familias tienen a sus hijos abandonados", "los padres no tienen educación, ni respeto... como se lo vamos a pedir luego a los hijos", "las familias están hechas un desastre", "los padres vienen con muy malas formas", "a ver luego cómo se lo explicas al padre"... Estas son algunas de las lindezas que así, "a salto de mata" me vienen a la cabeza, todas ellas oídas en un contexto u otro, en un momento u otro de mi actividad docente.

Aún basándose en hechos reales (como esas películas baratas de sobremesa del sábado), ninguno de estos argumentos es suficiente para que el profesorado no tome cartas en el asunto por propia iniciativa.

¿Podemos cambiar algo? ¿nos hemos equivocado en algo? ¿tenemos algo que mejorar en nuestra práctica docente, independientemente de otros factores? ¿tendríamos alguna vez que decir "lo siento" a alguien?

Aunque TODOS Y TODAS (así, con mayúsculas) tengamos algo que aportar, decir y corregir en cuanto a la forma en que entendemos la educación, no se nos debe olvidar que los auténticos profesionales (esta vez, en minúscula) somos nosotros y nosotras, los y las docentes. Hagámoslo pues como signo inequívoco de nuestra profesionalidad, de nuestra elegancia, nuestro compromiso ético... y hagámoslo de forma pública y manifiesta. La primera piedra la tenemos que colocar nosotros.


(Casi que va a ser mejor como en la foto que culpándonos
los unos a los otros de nuestros errores)


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