Es muy común que la pregunta "¿todo vale en la escuela?" se escuche entre el profesorado, entre familias miedosas, entre políticos ansiosos de gloria, entre tertulianos sabelotodos de desayuno y sobremesa, entre expertos en casi nada...
¿Todo vale en la escuela?
¿Nos gustaría probar nuevos métodos de aula, nuevos contenidos, nuevas formas de organización?
(Innovadores métodos los de la Enciclopedia Álvarez,
tal como los de ahora... salvo por el color de las páginas
y por su coste económico... ¡Ay, no, si ahora estos métodos se
consideran tan buenos que los subvenciona el estado...
los libros son gratis!)
¿Nos gustaría que nuestros hijos se educaran en el mismo tipo de escuela en que fuimos todos nosotros educados?
¿Nos gustaría subir el rendimiento académico no solo de nuestros hijos blanquitos, varones, de clase media, cuya única preocupación es pasarse la siguiente pantalla del juego de la "play-station"... sino de todos los niños y niñas, sea cual sea su procedencia o condición?
¿Nos gustaría que hubiese un auténtico diálogo entre el profesorado y las familias, trabajando codo con codo, aunando esfuerzo, imaginando posibilidades...?
¿Nos gustaría que la escuela se adaptase a las necesidades reales (no las que cuentan en el telediario) de nuestra sociedad?
¿Nos gustaría ver a niños y niñas entrando y saliendo felices de la escuela, lugar donde se compartiera y se disfrutara, a la vez que se aprende?
¿Nos gustaría que cada vez el mundo fuese mejor gracias a la educación, y se extendiera una auténtica democracia y una auténtica participación de todas las personas, adultos y niños, occidentales y no occidentales, hombres y mujeres, ricos y pobres (que los hay, por más que nos engañemos)?
¿Nos gustaría todo esto?
Entonces... ¿Vale todo?
Claramente... ¡Sí!... o... casi todo...
VALE TODO SALVO LA TRADICIÓN, LA DESIDIA, LA COSTUMBRE, LA IMPOSICIÓN, LA EDUCACIÓN HEREDADA DE LA CULTURA DEL FUNCIONARIADO Y DEL FRANQUISMO
¡Salvo lo que hoy comúnmente existe... VALE TODO!
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