Pues sí. Así. Como lo oyes (o más bien, lo lees). Este viejo y desvencijado blog, que otro tiempo sirvió sobre todo de denuncia y desahogo (aunque también a veces de esperanza y acción), inaugura una nueva sección, una nueva etiqueta, #edudirección.
En otro tiempo, al preguntarme si en alguna ocasión me plantearía ser director de un centro
educativo, mi respuesta, con cara de sorpresa y desagrado hubiera sido: "¡ni de coña!", como respondí en alguna que otra ocasión. Sin embargo, aquí estamos, haciendo el curso del INTEF sobre formación inicial en dirección de centros.
¿Por qué? ¿a qué se debe este cambio? El devenir de los años me ha venido demostrando que el cambio es posible, que la mejora de la realidad de los centros es perfectamente factible, que un centro se puede transformar en aquello que las personas que en él intervienen (profesorado, familias y alumnado, principalmente) deseen. Nunca pensé que podría contar con un equipo humano como el que hoy tenemos en el IES Carmen de Burgos, de Huércal de Almería, un equipo que viene demostrando que la innovación la hacen las personas, y que cualquier iniciativa personal o grupal es factible, venga de donde venga. Para ello, hace falta un equipo directivo que, como el actual, considere que la escuela no es del profesorado, no pertenece al profesorado más que a las familias, al alumnado, o al contexto social donde se encuentra. Un equipo directivo (y principalmente un director) que defienda a capa y espada cualquier innovación que suponga una mejora en los aprendizajes, en la convivencia, en la apertura de los centros, venga de donde venga, y opine lo que opine el resto del claustro, aunque siempre con el discurso de unir y no de dividir. Solo de esta forma, protegiendo la innovación ligada a actuaciones de éxito y la democratización de los centros, es posible transformar la escuela. Y está sucediendo, en mi centro. Es por eso que no quiero que se pierda este camino, y que se siga profundizando en mil y una propuestas por realizar, que siguen flotando constantemente en el ambiente de mi claustro. Nunca agradeceré lo suficiente al amigo @jlcastilloch que hace años me hablara del concepto de "Adhocracia". En ese momento debo reconocer que no le hice mucho caso, pero ahora creo que es clave en la mejora de la escuela. A esto me refiero cuando pienso y hablo de mi centro.
¿Qué espero del curso de formación? Sobre todo, que sea útil. Inevitablemente, tiene que mostrarnos la normativa (qué le vamos a hacer), y aspectos burocráticos como la realización de un proyecto de dirección que aglutine todas las ideas, propuestas de funcionamiento y actuaciones que se quieran llevar a cabo... Pero también debe ser un curso que ilusione, que ponga en contacto personas de diferentes realidades y contextos, para enriquecernos, para compartir información e ideas, para que en el futuro uno no se sienta tan solo... Que nos muestre herramientas electrónicas para la mejora de todos los aspectos de la vida del centro, desde el aula hasta la gestión económica o la comunicación. Que nos dé ideas sobre cómo trabajar con grupos humanos, con el claustro, y también con las otras personas que componen un centro educativo (familias, alumnado, agentes sociales, voluntariado, instituciones...). En definitiva, un curso que atienda todo lo que podamos necesitar para empezar a caminar en este territorio de aventuras y desventuras que será la dirección de centros.
¿Son demasiado altas mis expectativas? Tanto la experiencia directa como la investigación nos demuestran que solo teniendo unas altas expectativas del alumnado, del profesorado, de las familias y de lo que uno mismo hace, se puede mejorar la realidad. Como dice el proverbio chino: "hay que apuntar a la luna para llegar a la copa de los árboles". Lo bueno de las expectativas, cuando son positivas, es que siempre se cumplen. Es algo que la psicología tiene demostrado desde hace más de 40 años. La ilusión, el sueño compartido y la creencia firme en la transformación de la escuela y de la sociedad, son el motor del cambio.
En ello estamos...