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Hace ya algunos meses leí un interesantísimo artículo de Mariano Fernández Enguita en su blog titulado "Radicalismo intelectual e intereses profesionales", y no puedo estar más de acuerdo con él. El profesorado, debido principalmente a su alta preparación, suele ser enormemente crítico con todo aquello que le rodea. Aparte de ser un mal muy español eso de hablar de cosas de las que uno no tiene ni puñetera idea, creo que el profesorado sí está preparado para hablar de muchas cosas.
Con ese mismo radicalismo intelectual tenemos claro, por ejemplo, que los derechos humanos están por encima de todo, que la democracia es la menos mala de las fórmulas de convivencia que conoce la humanidad hasta el momento y que es imprescindible la convivencia pacífica para aprender, para avanzar, para construir.
Es también el radicalismo intelectual el que nos lleva a racionalizar y por tanto rechazar, cuestionar y moderar dogmatismos. Puede sonar contradictorio que en la misma frase aparezca "radicalismo" y "moderación", pero creo que cuanto más se cuestiona intelectualmente una opción ideológica, más se da uno cuenta de que todo es relativo, todo es reversible, y nada es blanco ni negro, sino probablemente gris (esto último, tampoco es seguro).
El radicalismo intelectual nos lleva a analizar los fallos y ensalzar lo que consideramos virtudes y defectos de nuestra sociedad. Pongo algunos ejemplos: ¿los curas? hay buenos y malos, como en todos los trabajos, independientemente de que seamos creyentes o no; ¿las guerras? siempre son malas y hay que rechazarlas, pero hay ocasiones en que los oprimidos no ven otra escapatoria; ¿los políticos? habrá quien crea en lo que hace y hay (tal vez más) que se dedican a expoliar; ¿las familias? están desorientadas, trabajan los dos, pero no se preocupan lo suficiente de sus hijos; ¿los medios de comunicación? pueden ser una herramienta y un medio genial de aprendizaje y comunicación, pero encierran muchísimos peligros, sobre todo para los jóvenes...
¿Y qué pasa cuando intelectualmente nos acercamos a la autocrítica?
El profesorado todo lo hace bien, el profesorado no tiene la culpa de nada en el sistema educativo, el profesorado es el indefenso, el profesorado es el que necesita apoyos, el profesorado necesita autoridad, el profesorado pone todo su empeño en que su alumnado aprenda, el profesorado está muy bien preparado porque sabe hacer programaciones y papeles como nadie, el profesorado sabe muchísimo de su materia y se presupone que explicarlo también, el profesorado necesita sindicatos fuertes, el profesorado... ¿será Dios?
Personalmente considero que el profesorado, igual que los curas, fontaneros, barrenderos, políticos, familias, oficinistas, empresarios... HAY DE TODO. El que no haya conocido nunca en su vida un profesor incompetente (a su lado o impartiéndole clase, en cualquier nivel educativo) que tire la primera piedra... ¿todo lo hacemos bien?
Por eso normalmente, cuando he escuchado la frase "ante todo, compañeros" ha sido para tapar cosas que no interesaba que salieran a la luz, tapar fallos y a veces cosas muy graves llevadas a cabo por el profesorado, machacar al que intenta cambiar algo, anular cualquier tipo de denuncia o comentario... evitar, en definitiva, una sana autocrítica que nos haría avanzar, cambiar, evolucionar, que no significa rechazar todo lo que tenemos, sino analizar punto por punto qué hacemos bien y qué podríamos mejorar.
Hasta que no llegue a nuestra profesión la autocrítica, la autorregulación, y el autoconvencimiento de que no todos los profesores son iguales, no todos somos buenos, no todos somos malos, no todos cometemos errores graves pero sí todos tenemos cosas que mejorar... hasta que no dejemos de creernos invencibles e inmejorables, todo lo que se haga en educación será en vano, puesto que siempre habrá "otro" al que echarle la culpa de todo.
Mi discurso, el que intento reflejar en este blog, no se basa en "quitar", sino en "añadir" y "cuestionar".
Y sobre todo mi mensaje se basa en la evolución (que puede suponer o no el rechazo a lo que hacemos hasta ahora), la vida misma, lo que nos hace ser humanos y haber montado todos los chiringuitos buenos y malos que habitan esta maravilla, este circo o este infierno que es el mundo.
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