La entrada de hoy puede herir la sensibilidad de cualquier profesor o profesora corporativista, funcionarial o simplemente sin ganas de trabajar (¿alguien conoce alguno?):
Mil y una vidas para aprender, afirmaba un servidor de ustedes en la entrada anterior.
Mil y una vidas también para maldecir, para denunciar, para no dejar respirar, para no bajar la guardia, para la lucha encarnizada, para desesperarse y gritar y llorar y dar puñetazos en la pared o en la mesa, según se tercie.
Mil y una vidas para denunciar todas esas injusticias y negligencias que día a día el profesorado comete, a veces con buena intención... la mayoría de las veces deliberadamente.
Mil y una vidas para denunciar la falta de esperanza, la desidia de todo un sector del profesorado responsable de esos "ciudadanos del futuro", nuevos trabajadores de la nueva sociedad del siglo XXI.
Mil y una vidas para denunciar la envidia de muchos que ahogan la ilusión de los pocos.
Mil y una vidas para reclamar el derecho a la diferencia, a ser minoría, a nadar contracorriente, a una democracia real y justa en el centro educativo.
Mil y una vidas para maldecir a los inspectores siervos de la Ley Divina del Político, siervos del "aquí no pasa nada", del "todo va bien" y del "hemos conseguido..." Perros sin cadena recién recogidos de la protectora de animales, deben todo su ser a su amo, incluyendo lamer zapatos y cagarse cuando les ordenan.
Mil y una vidas para todo el que se cree que por ser director, secretario o jefe de estudios adjunto de un centro de segunda categoría se considera capaz de dirigir el destino del universo.
Mil y una vidas porque nunca... nunca... apaguen la llama que nos mantiene, la ilusión, la idea de que otra realidad es posible y mucho más al alcance de lo que parece.
Oidme bien, soy la voz que clama en el desierto, seguiré siendo siempre vuestra peor pesadilla...
¡¡¡¡¡ Uuuuuuuuuuh !!!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Soy el fantasma del trabajo !!!!!!!!!!!
Solo deseo a todo este profesorado que otros profesores hagan con sus hijos lo mismo que hacen ellos con sus alumnos.
AMEN
Mil y una vidas también para maldecir, para denunciar, para no dejar respirar, para no bajar la guardia, para la lucha encarnizada, para desesperarse y gritar y llorar y dar puñetazos en la pared o en la mesa, según se tercie.
Mil y una vidas para denunciar todas esas injusticias y negligencias que día a día el profesorado comete, a veces con buena intención... la mayoría de las veces deliberadamente.
Mil y una vidas para denunciar la falta de esperanza, la desidia de todo un sector del profesorado responsable de esos "ciudadanos del futuro", nuevos trabajadores de la nueva sociedad del siglo XXI.
Mil y una vidas para denunciar la envidia de muchos que ahogan la ilusión de los pocos.
Mil y una vidas para reclamar el derecho a la diferencia, a ser minoría, a nadar contracorriente, a una democracia real y justa en el centro educativo.
Mil y una vidas para maldecir a los inspectores siervos de la Ley Divina del Político, siervos del "aquí no pasa nada", del "todo va bien" y del "hemos conseguido..." Perros sin cadena recién recogidos de la protectora de animales, deben todo su ser a su amo, incluyendo lamer zapatos y cagarse cuando les ordenan.
Mil y una vidas para todo el que se cree que por ser director, secretario o jefe de estudios adjunto de un centro de segunda categoría se considera capaz de dirigir el destino del universo.
Mil y una vidas porque nunca... nunca... apaguen la llama que nos mantiene, la ilusión, la idea de que otra realidad es posible y mucho más al alcance de lo que parece.
Oidme bien, soy la voz que clama en el desierto, seguiré siendo siempre vuestra peor pesadilla...
¡¡¡¡¡ Uuuuuuuuuuh !!!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Soy el fantasma del trabajo !!!!!!!!!!!
Solo deseo a todo este profesorado que otros profesores hagan con sus hijos lo mismo que hacen ellos con sus alumnos.
AMEN